Mientras muchas personas están sumamente entusiasmadas con la idea de poder obtener su vacuna contra el COVID-19 ya que entienden que es un paso enorme hacia tratar de parar esta pandemia, desgraciadamente existe un exceso de desinformación acerca de estas vacunas. Es importante aclarar los mitos que han surgido y separarlos de los hechos. Te invito a que sigas leyendo para entiendas lo que demuestra la evidencia.
Con tantos rumores sobre las vacunas, ya sea en línea o que se escuchan a través de familiares o amigos, hay personas que no saben qué creer. Muchas personas quizá tengan preguntas acerca de las vacunas contra el COVID-19 y es razonable contestarlas. Lo más importante es que estas personas recurran a fuentes de información confiables basadas en la investigación por los científicos y en la evidencia que han encontrado los expertos médicos al analizar los estudios, y no en anécdotas. En los estudios clínicos que obligadamente se realizan en miles de personas, no en lo que platican que les sucedió a una o dos personas. Aquí encontrarás los mitos más frecuentes sobre las vacunas contra el COVID-19 y la realidad sobre estas.
MITO 1: No podemos confiar en las vacunas porque las sacaron demasiado rápido.
Realidad: La razón por la cual las primeras vacunas contra el COVID-19 estuvieron disponibles en el transcurso de un año fue gracias a los avances de la ciencia, a que los científicos se apoyaron en tecnología que se ha ido desarrollando desde la epidemia de SARS en 2002/2003, y a que hubo colaboración de los investigadores a nivel mundial. No hubo atajos en el proceso. Se realizaron los estudios clínicos rigurosos necesarios en sus tres fases. Se evaluaron en miles de pacientes (incluyendo minorías) para su calidad, seguridad, efectividad y efectos secundarios. Para su aprobación en los Estados Unidos requirieron la aprobación de los CDC, de la FDA y de un Comité Asesor independiente. Otros grupos de expertos en vacunas en otros países están de acuerdo y se les han dado a millones de personas.
MITO 2: La vacuna puede causar el COVID-19.
Realidad: Las primeras dos vacunas aprobadas en Estados Unidos (Pfizer y Moderna) están basadas en el RNA mensajero (RNAm), contienen un pedacito de del material genético del virus llamado RNAm. Este le da instrucciones a nuestras células para que estimulen al sistema de defensa para que produzca anticuerpos en contra del COVID-19 para que nos proteja en el futuro, si estamos expuestos a él. El RNAm se elimina una vez que se producen los anticuerpos. La vacuna sólo contiene el RNAm, no contiene el virus, por eso, la vacuna no puede dar la enfermedad.
MITO 3: La vacuna va a cambiar mi ADN, mi genética.
Realidad: La vacunas contra el COVID-19 autorizadas actualmente (Pfizer y Moderna), funcionan a través de la técnica del RNA mensajero (RNAm), como expliqué anteriormente. Este es un fragmento pequeño del material genético del virus. No tiene nada que ver con nuestro material genético. EL RNAm entra a nuestras células, pero nunca entra a su núcleo. Como nuestro material genético (el ADN) se encuentra en el núcleo la vacuna jamás le hace nada.
MITO 4: No sabemos lo que contiene la vacuna. Dicen que contiene un chip.
Realidad: Como todas las medicinas, las vacunas (Pfizer y Moderna) publican los ingredientes que contienen. Y sabemos exactamente todo lo que contienen: el RNAm; una capa de grasa y una capa de polietilenglicol (para envolver al RNAm) para que pueda llegar a la célula sin que se destruya. El polietilenglicol es una sustancia que se encuentra en algunos laxantes. Además, estas vacunas contra el Covid-19 contienen agua, sales y azúcar. A pesar de los rumores en los medios sociales, las vacunas no contienen chips ni ningún tipo de dispositivo para rastrear a nadie. Si de verdad te preocupa que te rastreen, temo que vas a tener que dejar de usar tu teléfono celular, ya que los móviles todos contienen chips. Pero la vacuna no.
MITO 5: La vacuna causa infertilidad
Realidad: No hay ninguna evidencia de que las vacunas contra el COVID-19 causen infertilidad ni malformaciones congénitas. La confusión surgió porque hay una proteína llamada sincitina-1 relacionada al crecimiento de la placenta durante el embarazo que se parece a la proteína del coronavirus, pero no son iguales.
De hecho, las mujeres embarazadas que contraen el COVID-19 tienen mayor riesgo de tener casos más severos de COVID-19, de tener complicaciones respiratorias, de requerir hospitalización, cuidados intensivos y respiración asistida. También tienen mayor riesgo de tener partos prematuros. La vacuna podría protegerlas de estos problemas. Aunque los estudios originales no incluyeron a mujeres embarazadas, muchas mujeres que recibieron la vacuna, se embarazaron.
MITO 6: Si ya tuve COVID-19, no necesito la vacuna.
Realidad: Aunque hayas tenido COVID-19, se recomienda que te vacunes. Los riesgos asociados con esta enfermedad pueden ser muy severos y ha habido varios casos de reinfección. Se desconoce cuánto tiempo dura la inmunidad natural a este virus. Los CDC recomiendan esperar 90 días después del diagnóstico de COVID-19 para recibir la vacuna. Si todavía tienes síntomas a los 90 días, consulta con tu médico.
MITO 7: Los efectos secundarios de la vacuna contra el COVID-19 son peligrosos.
Realidad: Los efectos secundarios de la vacuna contra el COVID-19 que se han descrito, si se presentan, incluyen dolor en el lugar de la inyección, dolor de cabeza, dolor de cuerpo y fiebre por uno o dos días y se deben a que la vacuna está estimulando al sistema de defensa para formar anticuerpos.
Otros efectos secundarios pueden estar relacionados a alergias. Si has tenido alergias severas (que requieren que uses un inyector de epinefrina o EpiPen, o que te hayan llevado a una sala de emergencia), consulta con tu médico acerca de si debes de recibir la vacuna o qué debes de hacer para tomar precauciones.
MITO 8: Mucha gente se recupera del COVID-19, así que no necesito la vacuna.
Realidad: Si bien es cierto que mucha gente se recupera del COVID-19, también es cierto que mucha gente fallece debido a las complicaciones. Mucha gente requiere hospitalización, admisión a cuidados intensivos, uso de ventilador. Además, muchos de los que se recuperan tienen daños a largo plazo en los pulmones, el corazón o neurológicos. Algunas personas tienen cansancio, ansiedad o depresión crónicas que les impiden regresar a trabajar o tener una vida normal. Además, si te enfermas, se lo puedes contagiar a otras personas. La vacuna ayuda a parar la pandemia.
MITO 9: Si me pongo la vacuna contra el COVID-19, aumenta mi riesgo de que me enferme de otra enfermedad.
Realidad: Lo único que hacen las vacunas contra el coronavirus que contienen RNAm (Pfizer y Moderna) es proporcionar a tu cuerpo el RNAm que le permite a tu sistema de defensa formar anticuerpos para que te pueda proteger si estás expuesto al COVID-19. No aumenta tu riesgo de que desarrolles ninguna otra infección, ni ninguna otra enfermedad. Las vacunas te protegen.
MITO 10: Si me pongo la vacuna, puedo dejar de usar la mascarilla y de usar otras precauciones.
Realidad: Hasta que no alcancemos la inmunidad de grupo en que el 70 al 90% de la comunidad estén vacunados, tendremos que seguir usando mascarillas, manteniendo distanciamiento social y lavándonos las manos regularmente. O sea, continuando las recomendaciones de salud pública de los CDC. Es posible que, especialmente con las variantes, las vacunas no eviten que el coronavirus entre a tu cuerpo, que sólo prevenga que desarrolles un caso moderado o severo de COVID-19. Además, se desconoce si las personas vacunadas puedan portar el virus y lo puedan transmitir a otras personas.
Entre más rápidamente nos vacunemos todos y lleguemos a la inmunidad de grupo (en que el 70 al 90% de la población esté inmunizada), más pronto podremos parar la pandemia y dejar de tener que usar mascarillas, dejar de mantener el distanciamiento social y de seguir las recomendaciones de salud pública en contra de la pandemia recomendadas por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). En conclusión, ponernos la vacuna es lo que todos debemos hacer a menos que tengamos una contraindicación médica (como una alérgica severa).